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Del 'mapa del hambre' a la epidemia de sobrepeso: el mal que acecha a mujeres pobres en este país

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Expertos advierten que la crisis golpea a las jefas de hogar, que suelen dar prioridad al resto de la familia antes que a sí mismas.
Imagen ilustrativa

La historia de Zenilda da Silva, de 44 años, comienza en Pernambuco, en Brasil, con el recuerdo de una paliza que le dio su padre por comer de más y las noches en que su madre se acostaba con hambre para que sus hijos pudieran alimentarse.

Esos recuerdos le duelen tanto como la realidad que enfrenta. "Peso 136 kilos. Es un cuerpo que no quiero tener. Me rechazan porque soy gorda, pobre y negra. Así que vivo en mi prisión", contó en una entrevista al diario Folha de S. Paulo.

Zenilda vive desde hace décadas en la periferia de Sao Paulo. Trabaja como empleada doméstica y cocinera, y cría sola a sus dos hijos. Muchos días sale sin desayunar, con lo justo para el transporte y la comida de los niños.

En su casa, las frutas y verduras son un lujo. La despensa se llena con embutidos, panes y macarrones instantáneos. "No podía aceptar que mis hijos pasaran por la misma situación que yo. Es duro para una madre despertarse y no tener pan para darle a su hijo", comentó.

Brasil figura en el Mapa del Hambre de la ONU, pero también enfrenta una epidemia de obesidad. Seis de cada diez brasileños tienen sobrepeso, y al menos dos son obesos, según Datafolha. En 17 años, la obesidad en el país se ha duplicado.

"La mujer no es una prioridad"

Las consecuencias recaen con mayor fuerza sobre mujeres. "Si hay restricciones, las mujeres no son una prioridad en casa. Suelen quedarse con lo que sobra de los hombres, que es la fuerza productiva, los ancianos y los niños", destaca Daniela Canella, profesora del Instituto de Nutrición de la Universidad Estatal de Río de Janeiro, quien advierte que el racismo, la desigualdad social y la precariedad están detrás del aumento de peso.

Un factor clave es el consumo creciente de alimentos ultraprocesados —ricos en grasa, azúcar y sal— entre los sectores más empobrecidos. Según un estudio de la Revista de Saúde Pública, entre 2008 y 2018 su ingesta aumentó sobre todo entre personas negras, indígenas, rurales y con baja escolaridad, mientras que disminuyó entre los más ricos.

"Existe una diferencia no solo en términos de ingresos, sino también de género y raza en la obesidad. Las familias monoparentales en las zonas marginales, lideradas por mujeres negras o mestizas, comen mal porque se encuentran en situación de inseguridad alimentaria", sostuvo la pediatra nutróloga Maria Paula de Albuquerque, directora clínica del Centro de Recuperación y Educación Nutricional (Cren).

La especialista enfatizó en que esta inseguridad no implica necesariamente pasar hambre, sino no poder elegir lo que se come. "Inseguridad alimentaria es querer elegir mejor, pero tener que cambiar el pescado por salchicha porque es más barato. O preparar macarrones instantáneos al llegar agotada tras varias horas de transporte", dijo.

Por su parte, Canella también cuestionó la carga que se impone a las mujeres, al ser consideradas las principales responsables de la alimentación familiar. "Nos quedamos con esa verdad parcial de que la mujer salió al mercado laboral y, por eso, los ultraprocesados fueron necesarios para compensar. El problema no es que ella trabaje, sino que la responsabilidad no se redistribuyó dentro del hogar", enfatizó.

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