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¿Qué hace un ataúd en el techo de una vieja mansión del Centro Histórico de Quito?

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En el último tiempo, un elemento que pasaba desapercibido en esa parte de la urbe, ahora llama la atención de propios y visitantes.
¿Qué hace un ataúd en el techo de una vieja mansión del Centro Histórico de Quito?

En el Centro Histórico de Quito, en la esquina de las calles Luis Vargas Torres y Francisco de Caldas, se encuentra una mansión, en cuyo techo reposa un féretro. Aunque no es algo nuevo, esto ha comenzado a llamar la atención de los quiteños.

La historia se remonta a casi un siglo atrás, a la década de 1930. Para la época, cuenta el historiador ecuatoriano Héctor López Molina en entrevista con RT en Español, ya se daba una "expansión urbana" en Quito, "más allá de los límites de los que estuvo encerrado durante muchos siglos", y uno de sus procesos expansivos va hacia el norte.

Así, un hombre llamado Arquímedes Landázuri encargó la construcción de la mansión. Él era oriundo de Cuenca y "participó de las revueltas alfaristas para llegar al poder", dice López, en referencia a la Revolución del general Eloy Alfaro Delgado de finales del siglo XIX y principios del XX, convirtiéndose en "general".

Landázuri confió la construcción al arquitecto ítalo-suizo Francisco Durini Cáceres, el más afamado por entonces de la ciudad y conocido también por otras obras, como el Monumento a la Independencia o Monumento a los Héroes del 10 de agosto de 1809, que se encuentra en la Plaza Grande, la principal del país; el Palacio de Najas, sede de la Cancillería ecuatoriana; entre otros edificios emblemáticos.

La casa "es de estilo ecléctico, es decir, que mezcla varias tendencias arquitectónicas", en este caso el neoclásico con el 'art nouveau', detalla López, que indica que tiene cuatro niveles: el de la calle Vargas, que es de locales comerciales; el segundo, de todos los salones de recepción; el tercero, que es en el que vendrían las áreas de la familia; y el cuarto nivel, que es el de la terraza, en donde hay tres volúmenes, las dos torrecillas de los extremos y la torre central.

Y es ahí, sobre la torre central, "donde descansa justamente el ataúd" que tanto llama la atención.

Mirar las estrellas

Landázuri y su esposa habrían mandado a construir ese ataúd sobre la vivienda para no ser enterrados "bajo tierra como cualquier mortal", sino para descansar eternamente "mirando hacia las estrellas", señala el historiador, que ha tomado versiones encontradas de los descendientes de esta pareja. Se dice que fue ella, cuyo nombre se mantiene reservado, quien pidió esa excentricidad para él o viceversa.

"La parte rara de esta leyenda, digamos, la que algunos sostienen, es que le habría mandado a construir su abuelo para su abuela (versiones de nietos), porque no quería ser enterrada bajo tierra como cualquier mortal allá que te coman los gusanos, sino que quería ser enterrada en esta casa maravillosa que habían mandado a construir completamente a su gusto, mirando hacia las estrellas, en otro nivel absolutamente de muerte, por así decirlo", menciona López; no obstante, comenta que "es un ataúd muy grande" en el que "tranquilamente podrían estar dos personas".

Además del féretro, en la misma torre hay otros elementos que se podrían considerar mortuorios, como una especie de floreros o ánforas funerarias. "Es decir, todo lo que está representado en esa torrecilla va alrededor de esta cultura funeraria, alrededor de la muerte", explicó.

Deseo no cumplido

Sin embargo, el deseo de los esposos Landázuri no se cumplió. "Al momento de la muerte, el municipio, evidentemente por temas de sanidad de la ciudad, no permitió el entierro en ese lugar, así que quedó el ataúd", manifiesta López.

La pareja fue enterrada en la Basílica del Voto Nacional, una iglesia de estilo neogótico considerada la más grande de Ecuador y una de las más importantes de Latinoamérica, que se encuentra a solo una cuadra de la mansión. "Quedaron cerca (de su casa) de todas maneras", dijo.

Pero aunque existe toda esa historia, también hay dudas de su veracidad. López, que tuvo la oportunidad de ingresar a la mansión, señala que pudo notar que el techo tiene una estructura muy delgada, que, a su juicio, no hubiese podido aguantar el peso de una persona dentro del ataúd.

"No sé si realmente haya sido construido el ataúd para ser un ataúd, sino más bien como parte de esta fascinación del mundo de finales del siglo XIX e inicios del XX por la muerte. Creo que solamente podría ser así", agrega al respecto.

En la actualidad

Actualmente la mansión ya no pertenece a los Landázuri. "La casa se vendió hace 15 años", indica López. Fue adquirida por un arquitecto, cuyo nombre también se reserva, y quien tiene una hija que, igualmente, estudia arquitectura, aunque fuera del país.

"La idea que tienen es que cuando ella regrese, se pueda reformar completamente la casa, y ellos quieren convertirla ya sea en un hotel, algo cultural, restaurante, o algo por el estilo", adelantó.

Lamentablemente, dice, la casa por dentro ha sufrido "muchísimos cambios", debido a que lo utilizaron como bodegas comerciales, y "está un poco deteriorada por el paso de los años", porque "es carísimo mantener estos espacios patrimoniales"; sin embargo, "muchos de los elementos todavía se encuentran allí".

El dueño, que se ha encontrado también con muchos problemas alrededor en el municipio, trata de mantener el edificio lo mejor que puede, "sin entrar en el terreno de la restauración per se".

Lo cierto es que, gracias a las redes sociales y a historiadores como López, en el último tiempo, un elemento que pasaba desapercibido en esa parte de Quito, ahora llama la atención de propios y visitantes.

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