Hace 71 años, en un pueblo ubicado a poco más de 100 kilómetros de Moscú, los científicos soviéticos hicieron historia.
El 26 de junio de 1954, la central nuclear de Óbnisnk, primera de su tipo en el planeta, entró en funcionamiento y suministró electricidad a la industria y la agricultura de las zonas circundantes. Este hito no solo marcó el inicio de la era del uso pacífico de la energía nuclear, sino que también abrió las puertas a nuevas tecnologías que contribuyeron enormemente al desarrollo de la energía y la ciencia.
Historia del proyecto
En 1946, 8 años antes de este acontecimiento trascendental, se estableció en secreto el Laboratorio 'V' en Óbninsk para realizar investigaciones en física nuclear, bajo la dirección de Dmitri Blojíntsev. El laboratorio se convirtió en el Instituto de Física e Ingeniería Energética (IPPE, por sus siglas en inglés), que posteriormente derivó en un complejo de investigación y producción.

La primera propuesta del reactor nuclear 'átomo pacífico' (AM, por sus siglas en ruso) se planteó en 1949, durante una reunión presidida por Ígor Kurchátov, conocido como 'el padre del programa nuclear ruso'. Para entonces, la URSS ya tenía experiencia en la creación de reactores industriales para la producción de material para bombas, pero estos diferían considerablemente de los reactores energéticos, categoría a la que pertenece el reactor AM.
Las dificultades estaban relacionadas con la necesidad de obtener altas temperaturas del refrigerante en su zona activa, lo que implicaba la búsqueda de nuevos materiales y aleaciones que resistieran estas temperaturas, que fueran resistentes a la corrosión y que no absorbieran neutrones en grandes cantidades.
El proyecto preveía una potencia eléctrica de 5 megavatios. Para ponerlo en contexto, muchas de las centrales nucleares actuales generan más de 1.000 megavatios de energía eléctrica. Aunque la cifra pueda parecer insignificante, fue precisamente en esta central donde comenzó la verdadera revolución nuclear. El proyecto se diseñó teniendo en cuenta todas las normas de seguridad modernas, lo que sentó las bases para el posterior desarrollo de la energía nuclear no solo en la URSS, sino en todo el mundo.

Sorprendentemente, en aquel entonces el IPPE contaba con solo cinco empleados a tiempo completo con títulos universitarios avanzados; el resto eran jóvenes especialistas recién graduados. Además, solo uno de los empleados del laboratorio tenía experiencia en la puesta en marcha de reactores. Crear un centro de investigación sobre semejantes bases parecería increíble hoy en día, pero, según Blojíntsev, aquella era una época de gran entusiasmo.
Esta hazaña requirió una inmensa dedicación. A lo largo de su ejecución, los especialistas enfrentaron grandes dificultades, pues nadie en el mundo se había dedicado a proyectar y calcular todos los parámetros que influyen en este tipo de instalaciones. Para ese entonces no se conocía el valor de muchas constantes físicas, pero sin duda la principal incógnita era la construcción de la estructura donde se aloja el combustible nuclear, algo que los soviéticos llamaron 'TVEL'. Esta composición se presenta como una barra que contiene pastillas de uranio en su interior.
La tarea fundamental fue brillantemente resuelta por Vladímir Malýj y el equipo del departamento tecnológico del Laboratorio 'V'. Bajo la dirección de Malýj, se creó una instalación y se desarrolló una tecnología para obtener bloques a partir de polvo de óxido de uranio mediante prensado en caliente. Como resultado, se obtuvieron por primera vez en el país bloques de la calidad requerida.

Secreto bien guardado
La fachada de la central nuclear se construyó como un edificio civil, al estilo estalinista, para no generar ningún tipo de atención. La edificación de tres pisos sobre el suelo era solo la punta del iceberg, debajo había otros 19 metros, donde se encontraba el equipamiento tecnológico principal.
Dado el carácter confidencial de la instalación, para su construcción se reclutó a presos condenados solo por delitos menores y se les dijo que estaban construyendo una planta secreta.
Puesta en marcha
Recordando el arranque, Blojíntsev escribió: "Poco a poco, la potencia del reactor fue aumentando y, finalmente, cerca del edificio de la central térmica, adonde se enviaba el vapor del reactor, vimos un chorro que salía con un silbido metálico de la válvula. Una nubecita blanca de vapor común, y además no lo suficientemente caliente como para hacer girar la turbina, nos pareció un milagro: era el primer vapor obtenido con energía atómica. Su aparición fue motivo de abrazos, felicitaciones e incluso lágrimas de alegría".

El 26 de junio de 1954, durante el turno de noche, a las 17:45 horas, se abrió la válvula de suministro de vapor al turbogenerador, y este comenzó a producir energía eléctrica a partir de la caldera nuclear. La primera central nuclear del mundo entró en funcionamiento industrial.
Los estadounidenses intentaron adjudicarse la primacía tecnológica
En 1951, en Arco (Idaho), se puso en marcha el EBR‑1, el primer reactor de neutrones rápidos del mundo, desarrollado bajo Walter Zinn, veterano del Proyecto Manhattan. Originalmente diseñado para producción militar de plutonio, el EBR‑1 logró por primera vez generar electricidad nuclear suficiente para encender unas pocas lámparas y, más tarde, alimentar al pequeño poblado de Arco.
Aunque su potencia era muy limitada y no podía integrarse a redes industriales, algunos estadounidenses presentaron el EBR‑1 como "el inicio de la era nuclear", intentando adjudicarse la primacía tecnológica. Sin embargo, la de Óbninsk fue la primera central nuclear que entregó electricidad estable a una red pública, lo que verdaderamente marca el comienzo de la era nuclear civil.
Triunfo internacional
El anuncio del lanzamiento de la primera central nuclear del mundo fue una completa sorpresa para la sociedad soviética y mundial, ya que no se había publicado nada en la prensa sobre su desarrollo y construcción; todo se mantuvo en estricta confidencialidad.
En el primer comunicado sobre el lanzamiento, no se indicó su ubicación, pero decidieron desclasificar la información bastante rápido, ya que en 1955 la fama del Laboratorio 'V' había cruzado las fronteras de la Unión Soviética.

Desde abril de 1955, el instituto comenzó a recibir delegaciones extranjeras. Uno de los primeros visitantes extranjeros fue el conocido científico Frédéric Joliot-Curie. Luego, llegó a Moscú una delegación de científicos ingleses. Estaban interesados en los detalles de la instalación atómica y su operación. Esta experiencia les resultaba especialmente interesante en relación con la construcción de una central nuclear en el Reino Unido. En los primeros 20 años, más de 2.200 delegaciones de 85 países visitaron la central nuclear de Óbninsk.
Su debut en la arena mundial fue un éxito rotundo. En la Primera Conferencia Internacional sobre el Uso Pacífico de la Energía Nuclear, que se celebró en Ginebra en agosto de 1955, la presentación principal fue el discurso del director del Laboratorio 'V', Dmitri Blojíntsev.
"Entre los participantes de la conferencia circulaban rumores de que el informe sobre la central nuclear soviética era puramente propagandístico y que los científicos soviéticos no revelarían nada sustancial", recordó más tarde.
"En realidad, fue estrictamente científico-técnico, basado en hechos precisos y muy cauteloso en términos de pronósticos y promesas para el futuro. Sin embargo, el informe causó una enorme impresión en la audiencia de 1.000 personas [...] Y a pesar de que las reglas de la conferencia prohibían los aplausos, el final del informe sobre la central nuclear fue recibido con una ovación estruendosa".
La central nuclear de Óbninsk, pionera y en funcionamiento durante 48 años (18 más de lo previsto), cesó su actividad el 29 de abril de 2002. El cierre, motivado por la falta de viabilidad económica, marcó otro hito, al convertirse en la primera planta clausurada en Rusia.







