La 'función' más solidaria de un teatro de Madrid: repartir alimentos a los afectados por la crisis del coronavirus
Hasta hace apenas dos meses, en el Teatro del Barrio, situado en pleno distrito madrileño de Lavapiés, se representaban con frecuencia obras que abordaban, desde un punto de vista crítico, diferentes problemas sociales. Ahora, tras la llegada de la pandemia, este pequeño centro escénico ha pasado de representar esos problemas sobre el escenario a intentar atajarlos en la vida real: con el parón de la actividad artística, han aprovechado el espacio de la sala para organizar un centro solidario de reparto de comida cocinada.
Por eso, sobre las tablas de este teatro ya no hay actores ni escenógrafos, sino voluntarios entregados cada día a la febril actividad de envasar las raciones y entregarla a las personas que se acercan en busca de la ayuda más básica.
"Tenemos que cuidar los unos de los otros"
A pesar de ocupar un espacio céntrico de la ciudad, el barrio de Lavapiés acoge una parte de la población más vulnerable de la capital, entre la que se haya un amplio colectivo de población migrante que ha acusado los efectos de la crisis de una manera casi inmediata.
"La situación en un barrio como este es desoladora", cuenta Patricia Moreno, una de las voluntarias, que opina que "las autoridades no han sabido responder" a la emergencia social generada por la pandemia e insiste en que "los servicios sociales son los que deberían asumir esta labor".
Richard Sierra, uno de los vecinos del barrio afectados por la crisis, coincide en señalar la dificultad de este trance: "Esto es como una guerra y todo está en el aire", afirma, al describir la situación de los que, como él, trabajan en España pero no tienen aquí el apoyo de ningún familiar que pueda ayudarles. "Tenemos que cuidar los unos de los otros", sugiere como única alternativa.
Quien prepara la comida que se reparte sobre las tablas del Teatro del Barrio son los profesionales del restaurante La Lorenza, situado justo a la vuelta de la esquina. El local está cerrado al público, pero no a la cruda realidad que lo rodea. "La gente está dando lo mejor que tiene y ha formado un círculo muy grande de personas que están colaborando y ayudando a los que más lo necesitan", resume Claudia Rodríguez, copropietaria del restaurante.
Y así es como, en tiempos de cuarentena, donde lo primordial es quedarse en casa para contener los contagios, dos lugares pensados para el ocio y el disfrute han sabido adaptar sus funciones a un entorno marcado por la necesidad.