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En Crimea quieren "estabilidad y que no haya lemas fascistas como en Kiev"
En Crimea se preparan para lo peor, por lo que reforzar el control en los límites de la autonomía se ha convertido en una prioridad para esta península del sur de Ucrania: un lugar amenazado por los vientos extremistas que soplan desde Kiev.
"Ahora la gente de occidente del Sector Derecho, los seguidores de Stepán Bandera [colaboracionista ucraniano del régimen nazi durante la Segunda Guerra Mundial], intentan entrar en el territorio de la península. Sabemos que algunos llegaron aquí en tren pero no puedo decir con qué objetivo vienen", dijo Vladimir Voyevodkin, diputado local de Crimea.
Por su parte, miembros de los Bérkut, cuerpo que en la península sigue operando como fuerza del orden, confirman que hay motivos para estar inquietos.
"Hemos parado un camión que llevaba explosivos para minería. Al menos eso era lo que decían los papeles. Pero no estamos seguros de cómo y dónde hubieran sido usados si no les hubiéramos prohibido el paso", comentaron oficiales del cuerpo especial.
La tensión se nota en el puesto de control de Chongar, una estrecha franja que separa la península de Crimea de Ucrania, una Ucrania desde donde se teme que puedan llegar armas y radicales de Kiev, unos radicales para los que en Crimea están preparados.
"Estamos dispuestos a todo para defender nuestra tierra", comenta un joven que vigila los accesos junto con los grupos de autodefensas.
Además, los amenazantes mensajes de los sectores ultraderechistas y fascistas han hecho reaccionar a los que hasta ahora eran civiles pacíficos.
"Si quieren coexistir de una manera pacífica, estamos de acuerdo. Pero lo dudo, porque fueron ellos quienes empezaron esta guerra, y no nosotros", comenta Antón, un residente de la localidad Nizhnegorsk.
Sin embargo, en la península nadie quiere una guerra. Decenas de vecinos se acercan a los puestos de control para calmar los ánimos. Los comandos de defensa de la comunidad rusohablante toman té junto a los vecinos, un coro folclórico entona canciones en ruso y otros 25 coches viajan por la zona limítrofe en lo que han denominado la 'Caravana de la Verdad', para dar a conocer su idea de la nueva Crimea.
"Hemos creado esta caravana en respuesta a la información imprecisa que dan algunos medios sobre la situación en Crimea, que intoxican y tergiversan la realidad. Queremos que sepan la verdad, que no hay guerra aquí en Crimea, que somos pacíficos", dice uno de sus residentes.
"Queremos que nos permitan hablar nuestro idioma. También queremos poder gestionar nuestros recursos por nosotros mismos. Queremos estabilidad y que no haya lemas fascistas como los que prevalecen ahora en Kiev. Las últimas semanas nos sentimos más seguros", relata otra vecina.
La presencia de las autodefensas da más seguridad a los vecinos que poco a poco se atreven a compartir sus experiencias. Víktor Pivnenko, jubilado de Chongar, cuenta que a finales de febrero viajó a Maidán para conocer la revolución, pero allí su autobús fue atacado por una muchedumbre de exaltados.
"Nos agredieron con palos y martillos. Quemaron nuestros tres autobuses. Éramos 350 personas y 70 desaparecieron, y hasta ahora no sabemos dónde se encuentran", relató Pivnenko.
Sin embargo, ante la amenaza de que los mismos radicales lleguen a Crimea, el pensionista sabe cómo reaccionará.
"Lucharé por mi tierra hasta derramar la última gota de mi sangre, porque aquí tengo nietos, tengo hijos. Me duele, he vivido toda mi vida aquí y quiero que ellos vivan aquí", agregó entre lágrimas.
Es la cara amarga de Crimea, una península que mira temerosa al otro lado del istmo, un istmo al que por ahora y hasta el referéndum del próximo 16 de marzo, miran con cierto temor.
Por su parte, miembros de los Bérkut, cuerpo que en la península sigue operando como fuerza del orden, confirman que hay motivos para estar inquietos.
"Hemos parado un camión que llevaba explosivos para minería. Al menos eso era lo que decían los papeles. Pero no estamos seguros de cómo y dónde hubieran sido usados si no les hubiéramos prohibido el paso", comentaron oficiales del cuerpo especial.
La tensión se nota en el puesto de control de Chongar, una estrecha franja que separa la península de Crimea de Ucrania, una Ucrania desde donde se teme que puedan llegar armas y radicales de Kiev, unos radicales para los que en Crimea están preparados.
"Estamos dispuestos a todo para defender nuestra tierra", comenta un joven que vigila los accesos junto con los grupos de autodefensas.
Además, los amenazantes mensajes de los sectores ultraderechistas y fascistas han hecho reaccionar a los que hasta ahora eran civiles pacíficos.
"Si quieren coexistir de una manera pacífica, estamos de acuerdo. Pero lo dudo, porque fueron ellos quienes empezaron esta guerra, y no nosotros", comenta Antón, un residente de la localidad Nizhnegorsk.
Hemos creado esta caravana en respuesta a la información imprecisa que dan algunos medios sobre la situación en Crimea, que intoxican y tergiversan la realidad
Sin embargo, en la península nadie quiere una guerra. Decenas de vecinos se acercan a los puestos de control para calmar los ánimos. Los comandos de defensa de la comunidad rusohablante toman té junto a los vecinos, un coro folclórico entona canciones en ruso y otros 25 coches viajan por la zona limítrofe en lo que han denominado la 'Caravana de la Verdad', para dar a conocer su idea de la nueva Crimea.
"Hemos creado esta caravana en respuesta a la información imprecisa que dan algunos medios sobre la situación en Crimea, que intoxican y tergiversan la realidad. Queremos que sepan la verdad, que no hay guerra aquí en Crimea, que somos pacíficos", dice uno de sus residentes.
"Queremos que nos permitan hablar nuestro idioma. También queremos poder gestionar nuestros recursos por nosotros mismos. Queremos estabilidad y que no haya lemas fascistas como los que prevalecen ahora en Kiev. Las últimas semanas nos sentimos más seguros", relata otra vecina.
La presencia de las autodefensas da más seguridad a los vecinos que poco a poco se atreven a compartir sus experiencias. Víktor Pivnenko, jubilado de Chongar, cuenta que a finales de febrero viajó a Maidán para conocer la revolución, pero allí su autobús fue atacado por una muchedumbre de exaltados.
"Nos agredieron con palos y martillos. Quemaron nuestros tres autobuses. Éramos 350 personas y 70 desaparecieron, y hasta ahora no sabemos dónde se encuentran", relató Pivnenko.
Sin embargo, ante la amenaza de que los mismos radicales lleguen a Crimea, el pensionista sabe cómo reaccionará.
"Lucharé por mi tierra hasta derramar la última gota de mi sangre, porque aquí tengo nietos, tengo hijos. Me duele, he vivido toda mi vida aquí y quiero que ellos vivan aquí", agregó entre lágrimas.
Es la cara amarga de Crimea, una península que mira temerosa al otro lado del istmo, un istmo al que por ahora y hasta el referéndum del próximo 16 de marzo, miran con cierto temor.
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