La República Dominicana se ha convertido en el epicentro de una subcultura de carreras clandestinas que, combinadas con la pasión por las motocicletas, generan una peligrosa mezcla de velocidad y adrenalina. El motor rugiendo, las apuestas y la camaradería entre los jóvenes pilotos crean un espectáculo que, a pesar de su atractivo, resulta mortal.
El fenómeno de las carreras clandestinas
En las carreteras dominicanas, las motocicletas son las "reinas del asfalto". No sólo sirven de transporte, sino que para muchos jóvenes son una forma de vida. Las carreras ilegales se celebran en lugares apartados, revelados a través de grupos de mensajería unos minutos antes de su inicio, con el objetivo de eludir la policía. Los equipos se preparan en la madrugada, realizando los ajustes finales en motores que, sin protección, pueden alcanzar los 150 km/h en posición de "plancha". Los pilotos, a menudo, no usan casco ni ropa de protección, desafiando el peligro a cuerpo descubierto.
Apuestas y tensión policial
El evento principal de cada día suele incluir apuestas que incrementan la tensión entre la victoria y la derrota. Cuando se acerca la carrera, el ambiente se vuelve intenso: la policía se aproxima, se percibe la presión de la comunidad y la posibilidad de un operativo policial. Al culminar la contienda, la policía llega y los participantes se dispersan, mientras la violencia y el riesgo permanecen presentes.
¿Cuál es la solución?
Para el gobierno, la problemática es clara. La Dirección General de Seguridad de Tránsito y Transporte Terrestre (DIGESETT) ha llevado a cabo operativos que han retenido más de 280 motocicletas y ha confiscado motos en numerosas ocasiones. El objetivo es reducir el número de accidentes y poner fin a la práctica que "es un riesgo para todos".
La solución propuesta por actores dentro del mundo de la velocidad es la creación de una pista legal. Un espacio controlado, con entrada pagada y refrigerios, permitiría a los jóvenes competir de manera segura y, de esta forma, desviar la cultura de la clandestinidad. Además, se plantea la necesidad de una regulación que obligue al uso de cascos y equipos de protección, así como la capacitación en seguridad vial para todos los motociclistas dominicanos.
En la República Dominicana, las carreras clandestinas son un fenómeno que combina pasión, riesgo y desobediencia a la ley. Sin una respuesta integral que aborde la seguridad, la cultura y la regulación, las "carreras de muerte" seguirán siendo una realidad.