Las grosellas negras, bayas de color púrpura oscuro y muy parecidas a los arándanos, crecen de forma silvestre en arbustos en las zonas templadas de Europa y Asia, donde se cosechan ampliamente, al igual que en otras regiones con climas favorables.
Aunque suelen tener un sabor ácido, se vuelven dulces al madurar. Además, son ricas en fibra y están repletas de vitaminas, minerales y antioxidantes que las hacen una opción atractiva para complementar la dieta. Todo ello con importantes beneficios para la salud de tu corazón, hígado y vista.

Aliado para el corazón y la vista
Uno de los beneficios más relevantes es su potencial para reducir el riesgo de enfermedades cardíacas. Las grosellas contienen abundantes antioxidantes —como fitoquímicos, polifenoles y antocianinas— que combaten los radicales libres, ayudan a regular los niveles de colesterol y triglicéridos y disminuyen la inflamación, factores claves en la salud cardiovascular.
Además, un estudio demostró que estas bayas refuerzan la salud ocular y cutánea, gracias a su alto contenido de vitamina C. Además, contribuyen a la síntesis de colágeno, facilitan la absorción de hierro y ayudan a proteger contra cataratas y degeneración macular relacionada con la edad.
Protección para el hígado
Otro estudio demostró que las propiedades antioxidantes de las grosellas contribuyen en la prevención del estrés oxidativo inducido por el alcohol. Ello apuntaría a la posibilidad de utilizar este antioxidante natural para prevenir trastornos como la motilidad intestinal o la fibrosis, así como otras enfermedades degenerativas y el cáncer.

Antiinflamatorio natural
También aportan una notable capacidad antiinflamatoria gracias al ácido gamma-linolénico (GLA), un ácido graso omega-6 implicado en la reducción de la inflamación articular, el fortalecimiento óseo y el mantenimiento del metabolismo.
Las grosellas negras pueden favorecer la recuperación tras el ejercicio físico. Un estudio realizado con triatletas demostró que el consumo de polvo de grosella negra ayudó a disminuir la acumulación de ácido láctico, lo que sugiere un efecto beneficioso en la circulación sanguínea y la fatiga muscular.
Estas bayas son en general de segura digestión para la mayoría de las personas, y se pueden consumir frescas o usar para elaborar jarabes, mermeladas o zumos. No obstante, se recomienda precaución o consulta médica si se toman anticoagulantes o medicamentos para la presión arterial, pues pueden interactuar con esos tratamientos.

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