El canal internacional
de noticias en español
más visto en el mundo
Opinión

Odiosa, original (y necesaria) comparación sobre la Segunda Guerra Mundial

Publicado:
Odiosa, original (y necesaria) comparación sobre la Segunda Guerra Mundial

Se acercan las fechas conmemorativas sobre el final de la Segunda Guerra Mundial en Europa y, como cada año, desde el Norte Global redoblan esfuerzos para reescribir la historia. Por lo que, inevitable (y gustosamente), nos corresponde cuadruplicar esfuerzos para recordarla tal cual como fue. 

Y en esta ocasión lo haremos de una forma que pudiera parecer tan original como caprichosa, pero que tiene todo su sentido: compararemos el rol de Dinamarca durante aquel sangriento conflicto con el de Bielorrusia. Pronto entenderán por qué.

'Crema danesa'

Cuando la Alemania Nazi invadió Dinamarca, el 9 de abril de 1940, la resistencia de la nación escandinava duró apenas seis horas. No seis meses, o semanas, o aunque fuera días, no: seis horas. Que en realidad pudieron haber sido cuatro, solo que algunas fuerzas militares danesas siguieron resistiendo un par de horas más porque no sabían que el Gobierno ya había capitulado.

Copenhague se había declarado neutral al inicio del estallido, en septiembre de 1939, y confiaba en que su acuerdo con Berlín de reducir sus fuerzas armadas a la mitad y, sobre todo, su pacto de no agresión alcanzado con las autoridades nazis meses antes los librarían del conflicto. No fue así. 

La fulgurante invasión nazi de Dinamarca, que dejó alrededor de 20 víctimas mortales en total, fue denominada jocosamente por los invasores como "el frente de crema", por la casi nula resistencia que encontraron. Los daneses, para ser orgullosos descendientes de los vikingos, resultaron ser bastante blandengues, ¿no creen?

Por supuesto, todo comportamiento del tipo no demasiado heroico, suele venir acompañado de un sinfín de excusas. Y la historiografía danesa no es una excepción

Tras la invasión, las autoridades locales se encogieron de hombros y durante los cinco años que duró la ocupación permitieron que los nazis se pasearan por territorio danés como perro por su casa. Los ocupantes agradecieron esa 'cremosa' hospitalidad autorizando que el Gobierno y parlamento locales, de mayoría socialdemócrata, funcionara casi normalmente. "Casi" porque, a petición de los nazis, las autoridades danesas (violando su propia Constitución) prohibieron al partido comunista danés y varios de sus miembros fueron encarcelados o deportados a Alemania. La policía y sistema judicial y hasta la jefatura del Estado, en manos del rey Cristian X, siguieron como si nada.

No hubo resistencia armada de ninguna clase hasta 1943, recién cuando la guerra en Europa comenzaba a voltearse de lado y los nazis apretaron por primera vez las tuercas a los daneses, a los que hasta entonces no habían querido molestar demasiado porque los veían como sus hermanos arios. 

Por supuesto, todo comportamiento del tipo no demasiado heroico, suele venir acompañado de un sinfín de excusas. Y la historiografía danesa no es una excepción a este respecto: en general, tanta pasividad se justifica con que Dinamarca no tenía un ejército capaz de enfrentar la maquinaria de guerra nazi y que haberse opuesto hubiera resultado en muchas más víctimas, incluidas las de la pequeña comunidad judía danesa, que en gran medida resultó ilesa de la ocupación. Bien. Son argumentos hasta cierto punto respetables. Más adelante los analizamos.

Antes, un paréntesis para hacer comparaciones odiosas. Para ello, nos trasladamos a la misma época del siglo XX, pero más hacia el Este: Bielorrusia. ¿Por qué Bielorrusia, si en aquel entonces no era un país independiente, sino parte de la Unión Soviética? ¿Por qué no comparar el caso danés ante la invasión nazi con la respuesta de toda la Unión Soviética o de la mayor de sus integrantes, Rusia? Pues, precisamente, porque entonces no sería una comparación justa, por el tamaño de cada una. Pero con Bielorrusia lo es mucho más, y no solo en términos demográficos, territoriales o militares. 

Un frente nada 'cremoso'

Cuando las tropas nazis invadieron la Unión Soviética, el 22 de junio de 1941, la República Socialista Soviética de Bielorrusia estaba en plena línea del frente. La Operación Barbarroja y la invasión tipo relámpago no se encontró con ningún 'frente de crema' en ninguna de las fronteras soviéticas, pero los que estaban más cerca del Reich llevaron sin duda la peor parte.

Pese a la feroz resistencia del Ejército Rojo en todos los choques, las tropas nazis lograron llegar hasta Minsk y, para finales de agosto de ese año, el actual territorio perteneciente a Bielorrusia quedó ocupado por los nazis, que hasta instalaron una administración central en la capital. Sin embargo, aunque los bielorrusos bien podrían haberse comportado, digamos, más 'dinamarquesamente', lamentándose de que ya no tenían Ejército y de que los nazis eran demasiado poderosos y rindiéndose mansamente, la gran mayoría de la población local tomó una actitud muy diferente.

Desde el primer día, cientos de miles de bielorrusos se echaron al monte y comenzaron a resistirse ferozmente contra el invasor, mediante emboscadas, sabotajes y ataques armados puntuales pero constantes, que convirtieron la misión nazi en un infierno. Lo hicieron como pudieron, de forma rústica, escondiéndose en los bosques, con armas de contrabando o explosivos caseros, sin un ejército regular.

Se calcula que casi medio millón de personas integraron el movimiento partisano en Bielorrusia y realizaron acciones contra los nazis. Más de 200.000 de ellas son conmemoradas en una web, donde aparecen mencionados por nombre, apellido y nacionalidad. Lógicamente, la gran mayoría son bielorrusos, pero también hay rusos y de otros pueblos que integraban la URSS, así como extranjeros que vivían en la zona al momento de la invasión alemana.

Una acción de resistencia de película 

Podríamos mencionar centenares de sus acciones de resistencia, pero destacaremos apenas una de ellas, protagonizada por tres partisanas: Maria Osipova, Nadezhda Troyán y Yelena Mazanik. La primera organizó el operativo, la segunda consiguió el explosivo y la tercera lo plantó en el lugar acordado: debajo de la cama de Wilhelm Kube, el 'generalkomissar' de las SS, designado por Hitler como máxima autoridad nazi en territorio bielorruso, que murió en la explosión sin sospechar quién era en realidad la doncella que trabajaba en su hogar. Las tres partisanas salieron vivas de la Segunda Guerra Mundial y fueron condecoradas como Heroínas de la Unión Soviética.

Por supuesto, el precio que pagó la Bielorrusia soviética por resistir al nazismo fue altísimo. Dos millones de habitantes, incluidos los de origen judío, fueron asesinados por los ocupantes. 

Ni siquiera el intento de los invasores de ganarse el favor de los locales mediante pactos con el nacionalismo bielorruso quebró el espíritu de lucha y resistencia local. Hubo colaboracionistas nazis, pero fueron muy minoritarios frente al movimiento partisano. 

Por supuesto, el precio que pagó la Bielorrusia soviética por resistir al nazismo fue altísimo. Los invasores deportaron cientos de miles de personas hacia Alemania como mano de obra esclava o para ser exterminada o ambas; arrasaron con al menos 9.000 asentamientos, en ocasiones sin dejar a nadie vivo. Dos millones de habitantes, incluidos los de origen judío, fueron asesinados por los ocupantes durante los tres años de presencia nazi.

Dos actitudes muy diferentes

Habrá quien diga que entiende ambas formas de reaccionar ante la invasión nazi, tanto la danesa como la bielorrusa, que cada una tuvo sus pros y sus contras: gracias a la 'actitud danesa', Dinamarca y sus habitantes casi no sufrieron daños y gracias a la 'actitud bielorrusa' se derrotó a Hitler. Y todos contentos.

Se trata de entender si se está entre quienes se rinden a las primeras de cambio o entre quienes resisten, pese a todos los obstáculos. Si uno está dispuesto a luchar por lo que cree justo, o prefiere sentarse a esperar que luchen otros.

Sin embargo, no es difícil deducir qué habría pasado en este mundo si los bielorrusos también hubieran tomado una 'filosofía danesa' ante las tropas nazis, y con ellos los rusos y demás integrantes de la Unión Soviética. O podemos voltear la pregunta y elucubrar cuánto antes habría llegado el final del Tercer Reich si varios de los países de la Europa Occidental –no solo Dinamarca–, que hoy reparten carnets de buen comportamiento por doquier, hubieran puesto el pecho en lugar de quedarse silbando y mirando para otro lado.

Y la respuesta a ambos interrogantes es la misma, porque la historia y el rol que cada quién jugó en ella son lo que son, no lo que digan los sucesivos intentos de distorsionarla. En el fuero interno de cada quién, la comparación que elegimos no versa sobre nacionalidades, sino sobre modos de entender la humanidad y a uno mismo.

Se trata de entender si se está entre quienes se rinden a las primeras de cambio o entre quienes resisten, pese a todos los obstáculos. Si uno está dispuesto a luchar por lo que cree justo, o prefiere sentarse a esperar que luchen otros. Si, en fin, pese a todos los riesgos, se está dispuesto a hacer historia o más bien se conforma con no arriesgar nada y ser olvidado por ella.

Y si la respuesta es completamente sincera, no nos acompañará solamente cuando se acerca el 9 de mayo, sino en cada momento de nuestras vidas.

El presente texto es una adaptación de un video realizado por el equipo de ¡Ahí les va!, escrito y dirigido por Mirko Casale  

Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.

comentarios
RT en Español en vivo - TELEVISIÓN GRATIS 24/7